HE
APRENDIDO
He aprendido que no hay ayer o
mañana que valga lo suficiente como para quitarle la magia al ahora. He
aprendido que no hay nada que nos haya podido pasar que el tiempo no pueda curar.
El amor todo lo cura, el amor propio y a la vida. He visto cara a cara mis
miedos, he hablado con ellos, les he dicho cuanto los amo y lo importante que
son para mí. Les he dado consejos y les he dicho que no hay nada que temer
cuando en nuestro corazón conservamos ese instinto natural que nos dice que no
somos ellos, son solo parte de nuestra ego que quiere manifestarse y
recordarnos que está ahí para ser reconocido y sanado. Es lo que llamo la
inteligencia del ego. El ego siempre quiere hacer presencia en nuestra
mente y guiar nuestras acciones con base a nuestros miedos, sentimientos de escasez, imperfección, carencia. Pero al final de cuentas esta simple aparición
no tiene más propósito que el desarrollo. Al ego le gusta recordarnos lo que no
somos para que por fin encontremos la unidad que somos. No es nuestro enemigo,
es nuestro mejor aliado. No se trata de estar libre de todo miedo, sino de
cambiar esa palabra con lo que lo calificamos por la palabra ‘oportunidad’. La
oportunidad de crecer en aquello que nos falta evolucionar, transformar, y
entonces cuando se presentan en nuestras vidas, damos la cara, enfrentamos esos
‘’miedos’’ y los aprovechamos para
acceder a nuestro valor, para reconocer nuestro potencial, para llegar a
nuestro centro y despertar en nosotros aquello que estaba dormido o quizá ni
sabíamos que teníamos.
Lo mejor de los miedos es que
cuando pasamos por ellos y miramos que todo aquello que un día temiste y llegó,
vino para mostrarte que no era lo peor. El trabajo del que te echaron, el
divorcio que firmaste, la muerte de un ser querido, toda terminación, todo
comienzo, siempre nos genera suspenso, incertidumbre. Pero cuando llega ese
día, solo encontramos el valor para decirles; hola, estoy aquí, y ¿sabes algo?
no te temo, te he conocido y sé que esto es pasajero. Cuando miramos atrás nos damos cuenta que no había mucho que temer,
no era lo peor como parecía ser. Sobreviviste, reviviste y ahora con dones, con
capacidad de confiar en el proceso de la vida.
Las cosas no son lo que
suceden, son de lo que estamos hechos. Por eso debemos cuidar que nos sostiene,
que contenemos, que pensamos y deseamos. Un corazón lleno de fe y confianza no
encuentra un mundo desolado porque ya es luz, Solo viviendo desde la verdad de
nuestro ser es que podemos crear un mundo coherente con aquello que queremos.