Aún sigo
sin entender en qué momento de mi vida todo cambió de tal manera que cuando
quise mirar atrás y ver lo que había sido o lo que había dejado; no había rastro
de ello. Me sigo preguntando qué pasó, qué fue tan grave que ya no había opción
de seguir siendo la misma. Ya no estaban los mismos sueños con los que había
crecido
Quizá
fue el resultado de mucho dolor, de muchos errores, de muchas decepciones o
quizá fue el resultado de querer crecer como persona, espiritualmente y
encontrar ese ‘’hay algo más detrás de
lo que veo y de lo que creo, de lo que hasta ahora soy’’. Quizá fue el resultado de esas dudas que rondan en
mi cabeza. Somos más de lo que creemos ser capaces, más que energía acumulada
en un cuerpo, más que pensamientos pasajeros. Somos seres capaces de cualquier
tipo de creación. Quizá tenemos magia en la punta de nuestros dedos y seguimos
ciegos para verlo.
Tampoco
tengo muy claro el momento en que decidí venir, dejar mi familia, amigos,
carrera y comenzar de nuevo. No vine en busca de dinero, ni ese sueño americano
de trabajar hasta morir para a duras penas sobrevivir. Un año entero lo discutí
con mi cabeza. Mil miedos, prejuicios, y viejos pensamientos; de esos que te
quieren hacer mirar atrás y dudar de lo que puedes y quieres. Oré y oré, le
pedí a Dios que guiara mi camino, mis pensamientos, palabras y acciones. Mi corazón
decía, ve, ve!! No pude dudar de mi intuición aunque pareciera que quisiera
nadar contra la corriente. Cuando en tu corazón sabes la conexión que hay entre
tú y Dios, entre tú y lo más grande de ti, no se puede dudar, hay que seguir el
camino con la confianza plena en lo que eres. Eso quería probar al venir acá. Quería
probar y recoger el fruto de las semillas de ideas que había sembrado en mi
cabeza. Me llenaba la boca diciendo que la vida es plena, prospera, abundante, llena de oportunidades
interminables, que el universo tiene regalos infinitos y te provee todo lo que
necesitas en tu camino, las personas, situaciones y cosas. Siempre llegan
ángeles a ti en el momento preciso. Siempre estás donde debes estar y con quien
debe estar a tu lado. Debes seguir tu corazón, creer en tu intuición. Yo no vine
en busca de felicidad, porque hace mucho decidí ser feliz. Vine a confiar en la vida, vine a dejarme
fluir, dejarme guiar, vine a comprobar que se puede pintar cada día de tu vida
con el color que escojas, vine a confiar
en Dios porque estoy totalmente fuera de mi zona de confort. Vine a creer en mí
y en lo que puedo. Vine a abrirle las manos al universo y a decir ¡sí, estoy
lista!
No vine
huyendo, ni corriendo, todo esto que digo acerca de la vida también lo pude
probar en mi país, pero insisto; cuándo le pides a tu corazón que te muestre el
camino y te manda para el Japón. No hay dudas, no puede ser un error! Y me
refiero a que quizá puedas ir a cometer mil errores para luego volver a tu
punto de partida, pero cuando ves todo en cuadro grande, no hay errores, solo
lecciones. El punto está entre actuar y fluir. Todo flujo requiere previa una acción.
Limpia tus pensamientos, cuidad de ellos, nutre tu alma y tu corazón para que
estos se vean reflejados en tus verdaderos deseos. Solo a partir de los deseos reales, puedes
confiar en seguir tu intuición, el camino que se te presenta, porque así, ya
tienes la confianza que como actúas está en total resonancia con tu ser. Que tu
acción sea consciente y no el resultado de pensamientos involuntarios que
despiertan un caos. Es en ese momento donde entonces tu abres tus brazos y
dejas fluir!!!

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